Comentario
Aunque su fundación se remonta a la época medieval, las tierras de Soria ya habían sido ocupadas desde muy antiguo por pueblos prerromanos, como los arévacos de Numancia. También quedan algunos otros importantes yacimientos de la antigüedad, como son Termancia (Tiermes) y Uxama (Osma).
Con respecto a la propia ciudad, parece ser que el primitivo área de asentamiento estaba situado en la parte más alta, conocida como el castillo. La primera referencia escrita data del año 869, y pertenece a una cita hallada en unas crónicas árabes. En este periodo la pequeña población se halla inmersa en las luchas entre árabes y cristianos por el control de la frontera del Duero, estando en manos musulmanas. Después de ser conquistada por los cristianos, corresponde al rey Alfonso el Batallador iniciar el proceso repoblador, que ocupará todo el siglo XII. En adelante, a partir de 1134, pertenecerá a la Corona de Castilla, teniendo un papel destacado en tiempos de Alfonso VIII. A este monarca mostrará su población fidelidad en sus disputas con León, por lo que la ciudad recibirá diferentes mercedes.
Su situación, a caballo de los reinos de Castilla, Navarra y Aragón, hará de Soria uno de los lugares en los que se diriman las diferencias entre estos reinos. Así, la ciudad resulta asolada por Sancho el Fuerte de Navarra en 1195, aunque pronto se recupera. A partir de entonces, Soria comienza a conocer un gran esplendor, beneficiada especialmente por una intensa actividad ganadera, sobre todo de la cabaña ovina y del mercado de la lana. Se levantan entonces sus iglesias románicas -San Juan de Rabanera, Santo Domingo o Santa María la Mayor-, su monasterio de San Juan de Duero, del que se conserva un maravilloso claustro, se celebran ferias, se construye la Concatedral de San Pedro -siglo XII, reedificada en 1573- y Soria se dota de palacios y casas señoriales.
Sin embargo, Soria aun habrá de sufrir varios golpes. El primero, la expulsión de su importante comunidad judía, en cuyas manos reposaba buena parte de la actividad comercial. El segundo, la unión de las Coronas de Castilla y Aragón, lo que vació de sentido su anterior posición estratégica. El tercero, la derogación de la Mesta, entidad que protegía la actividad ganadera de la que Soria extraía sus principales ingresos.
Así, de los más de 50.000 habitantes con que contaba a finales del siglo XVI, muy poco después apenas eran unos pocos miles. La decadencia, iniciada en el siglo XVII, continúa en los siguientes, entrando en una especie de adormecimiento del que sólo despierta de manera ocasional. Como durante la guerra de Sucesión, en que tomará partido por Felipe V. O durante la de Independencia, cuando es arrasada por las tropas de Napoléon.
Hasta el siglo XIX Soria no alcanzó los niveles de población que tenía dos siglos y medio antes, aunque persiste la belleza de sus paisajes, el atractivo de su historia y la calidez de sus construcciones, todo ello glosado por autores como Bécquer, Unamuno, Azorín, Gerardo Diego o Machado.